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Descanse, soldado

  • Foto del escritor: Isabel Sagala
    Isabel Sagala
  • 4 jun 2023
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 6 jun 2023

Él lo sabía;

la lluvia amortigua el ruido.

Él veía la masacre frente a sus ojos

pero, no escuchaba ni gritos ni llanto.

Mientras las visiones le mostraban sangre

la fuerte lluvia lo empapaba todo.

"El agua me deja sordo", pensó.

"Lo que veo esta, lo que veo es", se decía...

pero no era.


Bajo sus frías sábanas se torturaba:

"Un campo de batalla no cabe un cuarto",

"¿qué hace una cama en un campo de guerra?",

"¿por qué estoy empapado si estoy dentro?".

Entonces se descubrió el rostro

encontrándose en la bañera, desnudo.

No había masacre alguna, tampoco lluvia.

Salió de la tina temblando

y fue a tirarse en la cama sin secarse.


Entonces sintió el agua sobre su cuerpo.

No esa que ya lo cubría,

sino otra; más pesada y fría.

Se levantó de un brinco y llegó al campo otra vez.

Ya nadie peleaba, todos estaban en el suelo.

La lluvia se mezcló con la sangre,

la sangre se mezcló con el barro

y el barro se mezcló con su cuerpo;

porque cayó de rodillas sobre él.


Comenzó a buscar en el barro,

a cavar con desespero:

"Mi cama, la tina, yo",

pero nada encontraba.

Cavó hasta quedarse a oscuras

y sintió que algo le apretaba la cintura.

Lo lastimaba y lo jalaba hacia arriba,

Hacia aquel punto más oscuro aun que el fondo,

tanto que no sabía si había salido.


Entonces sopló un viento

tan fuerte que casi lo tumba de regreso al pozo,

pero la cuerda lo seguía sosteniendo.

Esa cuerda roida que le picaba la piel,

la cuerda que lo sacó de la nada a la otra nada.

Comenzó a seguir la cuerda en la oscuridad

esperando llegar a algún lado,

esperando llegar a alguien.

Llegar a él.


Y a medio camino la cuerda se rompe,

siente que se le muere el corazón.

Se desprende de la cuerda que lo aprieta

y la extraña. Se extraña.

Extraña su cama húmeda,

la tina con sábanas frías,

los muertos bajo la lluvia.

Quiere volver a su cuarto, vestirse.

Volver a la realidad y volver a ser él.


Una chispa se enciende.

No de esperanza ni ilusión,

sino algo real y tangible.

Toma aquel objeto en sus manos

y suelta el chispazo aquel.

El corazón muerto arde,

se hace la luz en la alcoba.

"Al fin", exclama aliviado;

ardiendo en la paz...


que siempre había deseado.




 
 
 

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